Occidente mira a Oriente

Introducción

Si oriente es la pasión, Occidente es la razón. En estas dos frases contrapuestas podemos encontrar el pensamiento occidental del siglo XIX con respecto a oriente. Esta idea de ese mundo otomano lascivo, de sexo desenfrenado, de la poligamia y los harenes donde reinaban las más bajas pasiones se contraponía al mundo occidental, el mundo de la razón ilustrada y de la moral cristiana. En estas ideas vemos un claro ejemplo de los estereotipos que han perdurado hasta el día de hoy en la mentalidad judeocristiana occidental con respecto a ese oriente musulmán.

Un ejemplo de cómo esta idea ha perdurado en el tiempo la tenemos en la novela de Antonio Gala, La Pasión Turca, publicada en 1993 y llevada al cine en 1994. En ella el autor cuenta la historia donde una mujer casada que pierde la cabeza por la lujuria de oriente. Esa idea de un oriente pasional donde los sentidos dominan la razón y por lo tanto inferior a occidente se fraguó ya en los siglos XVIII y XIX y sigue todavía vigente en nuestro imaginario colectivo. Esta idea también está presente en la creencia que el varón está dominado por la razón y la mujer por la pasión de ahí surge la idea de la superioridad del varón a la mujer que podemos rastrear hasta Aristóteles.

Choque cultural entre Occidente y Oriente

Un punto a destacar en cuanto a la mentalidad con la que se escribieron muchos de estos relatos de los siglos XVIII y XIX, como señala Bravo, es el tema racial. Durante el siglo XVIII y especialmente el XIX se creía en la superioridad del hombre blanco europeo. Esta supuesta superioridad se puede ver claramente como permea en los escritos de los viajeros de la época.
Cabe destacar, como lo hace González Castrillo, que hubo una época donde Oriente fue vetado a Occidente y durante muchos años los contactos entre ambos mundos no fueron fluidos, aunque como sabemos nunca se interrumpieron del todo. Cuando Carlos III manda la expedición, citada en su artículo, este señala como hubo que contratar gente experimentada de la zona ya que el conocimiento de la misma por parte de los españoles era mínimo. Clara indicación de la falta de práctica de nuestra armada por esos lares . Este viaje que fue aprovechado para corregir y actualizar los conocimientos que se tenían de la zona objetivo muy ligado a las nuevas ideas traídas por la ilustración.

Como ejemplo de choque cultural podemos hacer referencia al encontronazo que produjo la audiencia que el sultán concedió a la embajada enviada por Carlos III. González Castrillo señala como el ceremonial no debió ser del agrado de Aristizábal ya que, contrario a lo habitual, no dejó constancia del mismo, aunque si lo describió más adelante .
Dos claros ejemplos del desagrado de Aristizábal de lo que vio en Constantinopla hacen referencia a la “holgazanería del sultán» que dejaba el gobierno en manos de sus ministros mientras él se dedicaba disfrutar de sus esclavas. La otra crítica que detectamos es la referente a la arquitectura del periodo otomano de la que solo parecían salvarse las grandes mezquitas. Está crítica correspondía no tanto por su tamaño o suntuosidad sino por su falta de gusto.

En cuanto a la descripción que hace del harem yo quiero ver en ella una crítica velada que mucho tiene que ver con los propios perjuicios del propio Aristizábal. Está claro que su desconfianza de los eunucos tiene mucho que ver con su propia concepción de lo que supone tiene que ser un varón. Por eso un hombre castrado debía de ser algo que desencajaba totalmente sus esquemas mentales .

La forma de vestir de las mujeres se le antojaba a Aristizábal algo, que más que destinada a guardar su pudor, era usada precisamente para ocultar la identidad y facilitar la infidelidad. Según el al ir tapadas en la calle se podían ocultar de la mirada de sus maridos y vecinos a la hora de mantener relaciones clandestinas. Estas se llevaban a cabo según el en las tiendas de los judíos que por unos pingues beneficios se rebajaban a dejar que sus negocios se convirtieran en lupanares . Una clara crítica a la moralidad de los turcos y un desprecio a los judíos.

El tema de los baños aparece tanto en González Castrillo como en Núñez Esteban. Aquí si podemos ver como se les escapa una cierta admiración que no vemos tanto en otros aspectos se las costumbres orientales.

Bravo también menciona la imagen de una sociedad turca en descomposición. Los turcos ya no son lo que eran. Han degenerado y ya no se reconoce en ellos al pueblo que infundió el pánico en occidente cuando se situaron en las puertas de Viena . Esta visión también la vemos en el viaje de Aristizábal. Lejos de ver en los militares turcos a los grandes conquistadores del pasado este pensaba que se habían vuelto flojos, que nada quedaba ya de esa superioridad militar y que incluso sería buen momento para recuperar el terreno perdido antaño. Como marino también dejo constancia del poco poderío naval del sultán, aunque por motivos que desconocemos no tuvo ocasión de inspeccionar los barcos turcos de cerca.

Una idea interesante que señala Bravo es la derrota de los griegos a manos de los turcos como un resultado que tiene más que ver con la degradación de los griegos, debilitados por sus peleas internas, que por la superioridad del turco. Nuevamente se justifica la derrota de occidente por fuerzas de oriente.

Bravo, García, señala como la religión también se usa como filtro en el momento de ver al turco. Señala como la rivalidad entre católicos y protestantes también deforman la visión que se tiene del turco. De ahí que en círculos protestantes se prefiriese al turco antes que al católico .

Estos contactos entre occidente y oriente no solo fueron de índole comercial u oficial, sino que también de forma privada hubo este ir y venir de personas entre ambos mundos. Este interés por lo clásico y oriental empezó con el “Grand Tour” que solían hacer las clases acomodadas. Este fenómeno que empezó en las clases altas inglesas se fue trasladando a los demás países europeos. Precisamente por el hecho de que oriente estaba bajo el dominio otomano y estaba complicado el acceso se visitaban lugares en la Magna Grecia y las ruinas de Pompeya y Herculano. Este retorno a lo clásico se puede apreciar especialmente en el arte y en la arquitectura y suscitará el ansia por viajar al oriente y Egipto.

Como ejemplo de la entrada de esta visión orientalista en el arte podemos destacar dos obras de Jean Auguste Dominique Ingres (1780-1867). La gran odalisca, de 1814. Está pintura que causó cierto escándalo en su momento. Hasta entonces el desnudo femenino se habían pintado bajo el paraguas de la mitología griega y romana. Por primera vez un pintor osaba pintar un desnudo sin otro fin que la belleza y sensualidad femenina. Una clara influencia del orientalismo de la época y que daba una visión muy estereotipada del momento.

Oriente

Su otra gran pintura orientalista es El baño turco (1862), en esta escena el autor muestra un grupo numeroso de mujeres, un harem posiblemente, disfrutando de una jornada en los baños. Esta obra que está pintada sobre una tabla de madera casi redonda (108 x 110 cm.) nos da la sensación de estar observando la escena a través de una cerradura. Esto concuerda con ese ideal de lujuria que se asociaba con todo lo que venía de oriente. Como señala García Guatas Ingres, que está más interesado en el desnudo que en la temática orientalista, va a usar esta como excusa ya que solo a través de la mitología y el orientalismo se toleraba en la sociedad occidental este tipo de arte . Hay que señalar no obstante que todo lo relacionado con el orientalismo en el arte no solo se limita a lo sensual, sino que también se ocupó de escenas costumbristas y paisajes exóticos.

Quiero señalar como bien indica Olagüe de Ros, cuando hablamos de la población existente dentro del imperio otomano hay que tener en cuenta que no solo se trata de turcos o pueblos turcoides sino, que también hay judíos, armenios, persas, griegos etc . Un apunte interesante de este autor lo tenemos cuando cita a Irumberry.

“La ignorancia de los turcos, una de cuyas causas es la extrema dificultad de su idioma, les impide aproximarse más a la moral»

Esta cita, donde asocia “su” dificultad para aprender el idioma turco con el hecho de que los turcos tengan una supuesta moral disoluta me parece de lo más surrealista . También parecía haber un consenso entre los occidentales de la época en cuanto a la laboriosidad o falta de ella, como es el caso de los turcos. Esto no cabe la menor duda también se podía decir de los españoles de la época que eran retratados por los europeos del norte (protestantes) de la misma manera.

Una cuestión que debió preocupar a estos occidentales y que también ha calado hondo en el imaginario europeo es la forma despótica de gobierno del sultanato. Como destaca Olagúe. Para estos occidentales la forma de gobierno les parecía caprichosa y que dependía únicamente del sultán . Esto a sus ojos les alejaba del concepto civilizado de gobierno que se imponía en Europa. Nuevamente vemos este concepto de razón vs pasión. Este tipo de cuestiones se asociaban al clima, por eso en algunos casos se veía la misma actitud de dejadez, holgazanería y falta de iniciativa que asociaban a los pueblos orientales en los pueblos del sur de Europa como España, Italia y Portugal.

Pero como vemos en el artículo de Olagúe, no todos los viajeros se limitaban a fomentar estas ideas respecto al gobierno despótico de oriente, sino que se esforzaron por desmontar estas ideas peyorativas y estereotipadas de los occidentales .

Europa ha mirado siempre a oriente con la superioridad moral que en su opinión le otorgaba su fe cristiana, sus valores democráticos, heredados de Grecia, y su justicia, legado de Roma. Por eso ha tendido siempre a denostar unas sociedades complejas, que no comprendían y que en el fondo les atraían más de lo que les gustaba confesar. También podemos ver en esa crítica a los sistemas de gobierno que ellos consideraban despóticos una manera de justificar su posterior postura colonizadora.

Si quieres leer más, te dejamos nuestra sección de Historia Moderna. 

Bibliografía

Bravo García, A. (2003), Viaje y Prejuicio: bizantinos, turcos y judíos de la Constantinopla medieval y el Estambul moderno vistos por los españoles. Logos Hellenikós, Vol. 2, págs. 619-672.

García Guatas, M. (1993), Jean Auguste Dominique Ingres. Nº32 El arte y sus creadores, Historia Viva.

González Castrillo, R. (2005), Gabriel de Aristizabal y su viaje a Constantinopla en el año 1784. Arbor CLXXX, págs. 707-726

Núñez Esteban, G. (1988), La Constantinopla del “Viaje de Turquía” Minerva nº 2 págs. 333-352

Olagüe de Ros, G. (2009), Un acercamiento etnográfico a una ciudad otomana de finales del siglo XVIII. El viage a Esmirna de Pedro María González. Dynamis: Nº 29, págs. 29-48

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