Mujer y guerrilla antifranquista en España

Guerra Civil y Franquismo: desandar el camino recorrido. 

Miles de mujeres salieron de España para huir del terror y de la desolación de una guerra que había comenzado el 18 de julio de 1936 tras el fracaso de un golpe militar. Las que se quedaron sufrieron torturas, cárcel, destierro, humillaciones, violaciones… y hasta la muerte. Otras tantas, precisamente apartándose de la cruel represión de la maquinaria franquista, optaron por echarse al monte. Todas estas mujeres durante la dictadura perdieron los derechos y avances ganados durante la Segunda República y quedaron encuadradas en aparatos de control como la Sección Femenina o la Iglesia, encargados de “redefinir, conforme a los dogmas religiosos y a la tradición más reaccionaria, el nuevo papel de la mujer”. Es por ello que las mujeres durante el franquismo van a sufrir doblemente: por un lado, los daños colaterales por pertenecer o colaborar con la guerrilla; por el otro, el condicionante de género en una sociedad eminentemente machista. 

Nos han llegado hasta nosotros testimonios fríos del gran abanico de humillaciones y torturas que iban de paseos por el pueblo con la cabeza rapada recién tomado aceite de ricino o vejaciones sexuales hasta el impedimento de llevar luto por un familiar asesinado o muerte durante el conflicto y posterior represión, tema muy bien estudiado desde posiciones antropológicas por Jorge Moreno Andrés en su obra “El duelo revelado”. Algunas de las mujeres que llevaban una “cruz” por ser familiares de personas ajusticiadas o presas tuvieron que recurrir a la prostitución para llevar un pan a la boca a las cárceles o casa. Todos estos casos, precisamente, son los que van a seguir la línea de apoyo a la lucha antifranquista frente a la dictadura.

mujer en la guerrilla
Varias mujeres acompañan a miembros de la partida de los Caxigales en los montes asturianos en un rato de descanso. Año 1943

Vivir en tiempos adversos: mujer, sociedad y guerrilla antifranquista. 

Las féminas estarán vistas siempre desde una perspectiva sexual. Así lo destaca Mercedes Yusta: “la mujer, que se presenta en el imaginario utilizado por el franquismo como un ser absolutamente determinado por su condición sexual, ha de serlo también en este caso. Por tanto, la participación en la resistencia de las mujeres es presentada, en todos los casos, como una desviación de tipo sexual”. Lo que se traducirá en que el propio Régimen las verá como concubinas o las “queridas” de los guerrilleros.  

En el lado opuesto, dentro del monte, la opinión y acción con respecto a la participación en la guerrilla antifranquista de las mujeres estuvo plagado de visiones heterogéneas. Aquí reinó también la incomprensión de hombres ante la introducción de estas a la lucha antifranquista. Para ejemplificar esto tomamos dos testimonios: uno de ellos, el de la historiadora Mercedes Yusta, quien afirma: “algunos guerrilleros alimentaron el mito de la dependencia sexual para explicar el apoyo a los hombres del monte por parte de las mujeres”; por el otro, el testimonio de Santiago Carrillo quien justificó el fracaso de la guerrilla de 1952 con esta frase: “aparecieron elementos de corrupción: mujeres, bebida, derroche de dinero…”. Actitudes como estas explican que a la mujer se le reservará un papel asistencial para la guerrilla y que se vetará la presencia de estas en el monte, solo aceptando incorporaciones en situaciones de peligro de muerte. Para dejarlo claro, las agrupaciones lo decretaron en sus códigos de conducta. Además, se especificaba en algunas ocasiones la prohibición de practicar relaciones sexuales en la sierra. En palabras del célebre historiador E. Hobsbawm: “No hay nada que socave más la solidaridad del grupo que la rivalidad sexual”. Las necesidades de este tipo llevaron a los guerrilleros, en algunas ocasiones, a graves conflictos entre ellos. Es el caso del asesinato de Amalio Lavín a manos de su compañero Orestes Gutiérrez, ambos pertenecientes a la cuadrilla del Cariñoso en Cantabria. Parece ser que el enfrentamiento se produjo debido a la disputa de ambos por el amor de una mujer. Los celos hicieron que Orestes disparara por detrás a Amalio. 

Las mujeres y la guerrilla antifranquista: en la sierra y en el llano. 

Como he señalado anteriormente, las mujeres en la guerrilla antifranquista en España ejercieron de enlaces. Según estudios y testimonios, entre el 20% y el 40% de ellos, eran féminas. Hay que entender que las que se encontraban en el ámbito rural llevaron una vida muy dura, ya que se unía la circunstancia de lucha con las penosas condiciones de vida: trabajar en los campos, cuidar de la casa haciendo sus labores y ejercer de madres en época donde las familias eran numerosas. 

Las mujeres que realizaron una resistencia activa en la sierra fueron casos aislados. En la primera etapa, llamada de huidos (1936-1943), las zonas más representación de estas había era en los montes de Extremadura y Huelva. Siendo el primer caso donde se más importante fue la represión de género). Más adelante, cuando se afianzó la lucha organizada, en el periodo de la guerrilla (1943-1952), las cifras cambiaron y seguramente, va a ser en la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA), la más numerosa y mejor organizada, donde se cuentan los ejemplos más carismáticos. Entre sus nombres, destacan las hermanas Esperanza, Angelita y Amada Martínez García (“Sole”, “Blanca” y “Rosita”) y su vecina Remedios Montero Martínez “Celia”, echándose al monte en Cuenca en 1950 después de que su padre, un enlace que habría sido descubierto, decidiera incorporarse a las filas de los emboscados. Los ricos testimonios de estas supervivientes, recogidos por Fernanda Romeu Alfaro, nos dan testimonio de “la complejidad de asumir roles igualitarios en un tiempo de marcadas diferencias de género”. En este ámbito geográfico también encontramos a Teresa Pla Meseguer, quien sobrevivió en el monte hasta que fue apresada el 5 de marzo de 1960 en Seo de Urgel. Conocida como “Pastora”, ya que se dedicaba a esta actividad en Vallibona (Castellón), ella se autodenominó “Durruti” y, debido a su apariencia, el Régimen la bautizó con el nombre de “Teresona”. Finalmente, se le conmutó la pena de muerte y adoptó una identidad masculina con el nombre de Florencio. 

No hay que olvidar, como he relatado en las líneas anteriores, que la mayor parte de las mujeres que subían al monte para hacer vida allí era porque estaban muy perseguidas, llegando su vida a correr peligro. Generalmente, a este límite se llegaba cuando eran identificadas como enlaces de los huidos, llamándose este fenómeno “enlaces quedamos”.  

Mujer
Teresa (Florencio) Pla Meseguer, quizás uno de los ejemplos más icónicos de la guerrilla antifranquista en la zona del Levante.

Si nos paramos a analizar los diferentes casos de resistencia activa contra el franquismo, encontraremos ejemplos de diversa índole. Enriqueta Otero “María Dolores”, maestra nacional y dirigente del PCE de Lugo realizó una empresa importantísima de alfabetización de los guerrilleros en el monte, creando las llamadas “escuelas de campaña”. Herida de gravedad tras un encuentro con las fuerzas del orden fue arrestada. Otros casos de enfrentamientos en combate terminaron muy mal para las mujeres guerrilleras. Usualmente, fueron tiroteadas durante su instancia en la sierra junto a sus parejas sentimentales como nos atestigua el lance que tuvieron Sergia Flores Sanz, esposa del guerrillero “Lazarete” originario de Ciudad Real, terminando la Guardia Civil con su vida el 5 de marzo de 1948 en la sierra de los Mochuelos. Un caso verdaderamente único fue el de María Josefa López Garrido “Mojea”, quien fue nombrada ayudante del cuartel general de la Agrupación de Córdoba. 

Otros sucesos más positivos dentro de las circunstancias fueron partos que se dieron durante la supervivencia de las mujeres en el monte. Entre otros, destacamos a Manuela Díaz Cabezas integrante de la partida de “Los Parrilleros” quien dio a luz durante sus vivencias como guerrillera. Terminó siendo detenida en Fuencaliente (Ciudad Real); y en el ámbito cántabro, Benedicta Santa tendrá a su bebé en los montes lebaniegos después de que tras los sucesos de Pandébano, donde perderá la vida el líder de la Brigada Machado Ceferino Roiz, tendrá que refugiarse durante unos meses junto con los demás guerrilleros para luego entregarse a las autoridades. 

En definitiva, las mujeres en el ámbito de la lucha antifranquista tuvieron un papel secundario en cuanto a la lucha activa, sobre todo por los marcados roles de género de la época, entre otros motivos. Lo que no quiere decir que su presencia fuese importante, hasta crucial siendo figuras claves, sobre todo, en sus labores en el llano. Destacar también las dificultades que tuvieron que pasar, marcadas por la época y las circunstancias que vivieron. Poco a poco, la historiografía comienza a enfocarse más en una perspectiva de género con estudios muy serios e importantes que no hacen más que corroborar que estas mujeres fueron unas verdaderas heroínas. 

Aquí os dejamos otro artículo sobre la guerrilla antifranquista, en este caso en Cantabria.

BIBLIOGRAFÍA 

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CAVA, Salvador F.. Los guerrilleros de Levante y Aragón. 2. El cambio de estrategia (1949-1952). Cuenca: Tomebamba Edciones, 2008. 

CICERO, Isidro. Los torvos y fieros motivos de El Cariñoso. Madrid: Ediciones Corocotta, 1978. 

CICERO, Isidro. Los que se echaron al monte. Santander: Ediciones Tantín, 2011 (11ª edición). 

DOMINGO, Alfonso. El canto del búho. La vida en el monte de los guerrilleros antifranquistas. Madrid: Ediciones Oberon, 2003 (2º edición). 

GARCÍA PIÑEIRO, Ramón. Luchadores del ocaso. Represión, guerrilla y violencia política en la Asturias de Posguerra (1937-1952). Oviedo: KRK ediciones, 2015. 

SAIZ VIADERO, José Ramón. Mujer, república, guerra civil y represión en Cantabria. Santander: Librucos, 2016. 

SERRANO, Secundino. Maquis, historia de la guerrilla antifranquista. Madrid: Ediciones Temas de Hoy, 2001 (7º edición). 

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