Introducción
El uso de fuentes documentales para el estudio de la historia es todavía puesto en duda por la propia naturaleza de estas, sobre todo para el periodo medieval, pues son tenidas como elementos fácilmente manipulables y que en muchas ocasiones llevan hacia una mala interpretación. Además, está demostrado que fueron modificadas o censuradas a lo largo del tiempo y en ciertos casos, se suelen contradecir con lo que el resto arqueológico o, en este caso, arquitectónico, nos puede ofrecer.
Cobran importancia en las fuentes lo
s topónimos, fáciles de pasar por alto. Los topónimos de viejos libros han facilitado conocer las ubicaciones de estructuras desconocidas, permitiendo llevar a cabo campañas para descubrir e investigar. Debo recalcar la importancia de las fuentes documentales en nuestra disciplina, pues pueden ofrecernos datos sumamente importantes para el estudio de la cultura material, ya sea una pieza cerámica o un castillo. Tal y como afirma Izquierdo Benito, la época medieval posee una amplia cantidad de información en forma de fuentes, crónicas y documentos disponibles. No obstante, tal y como se mencionó al inicio, el uso de fuentes para el estudio debe ser cuidadoso y revisado; en otras palabras, “hay que tomar las fuentes con delicadeza y cuidado” (esta idea es insistida también por M. Barceló).
La Historia como disciplina ha sido redactada en la gran mayoría mediante el uso de fuentes documentales y testimonios (sobre todo de aquellos bandos vencedores, crónicas de carácter individual y relativa que nos narran hechos históricos desde una única perspectiva), siendo en gran parte dependiente de estos relatos y corrientes. Aunque como sabemos, la Arqueología dio la vuelta a esta metodología y la hizo más precisa y menos personal, pues el vestigio arqueológico se puede alterar con tanta facilidad como un documento; nos ofrece información in situ y objetiva del hecho acontecido.
Fuentes documentales en la Historia de la Castellología
Dentro de las mencionadas fuentes primarias, encontramos las crónicas o los libros de visita (especial interés en los libros de visita de la Orden de Santiago), así como los archivos de los distintos términos, entidades (ayuntamientos y parroquias, sobre todo), archivos generales y nacionales. En cuestiones de definición, podemos decir que los libros de visita son recopilaciones primarias y consideradas como claras e importantes fuentes historiográficas realizadas por las distintas órdenes militares peninsulares a modo de registro y control de los territorios donde éstas operaban.
Gracias a ellas, hemos obtenido gran información, desde aspectos artísticos y arquitectónicos de la orden, poder, territorios controlados, enclaves fortificados dominados, hasta el orden jerárquico interno de las diversas entidades competentes, así como la obtención de las fortalezas (conquista, cesión regia o fundación ex novo con fines clarament
e estratégicos y logísticos), entorno socio y geoeconómico. Los libros de visita, en nuestro caso, nos permiten conocer las distintas realidades materiales que poseían las órdenes y su función. Los individuos encargados de realizar estas visitas eran los “visitadores”, personas que redactaban y hacían constancia de lo ocurrido en todas las posesiones y propiedades, así como de su buen funcionamiento.
En cuanto a la practicidad sobre la utilización de estas fuentes como elemento clave para el estudio castellológico, podemos mencionar la amplia información interna de la orden, y, tal y como he mencionado previamente, el registro de propiedades fortificadas, su morfología, descripción, funcionamiento, utilidad, logística de su localización y de su implicación económica y social. Las visitas se realizaban periódicamente de forma anual y bien constada. La realizaban en un tiempo determinado por todas las encomiendas de su orden, detectando, corrigiendo y elaborando un plan de actuación sobre las deficiencias administrativas internas de los comendadores o miembros jurídicos competentes. No solo servían para corregir errores administrativos y mejorarlos, sino también para reflejar las carencias materiales de los edificios, en este caso, de las fortalezas.
Algunas descripciones nos pueden ofrecer una rica información sobre el estado de las fortalezas coetáneas a los visitadores, de su funcionamiento, control y, si se encontraban en mal estado, de ordenar una inmediata reparación. Los elementos descriptivos también pueden darnos una pista para poder reconstruir o visualizar la fortaleza concreta, a la vez que observar los mismos términos que empleaban para referirse a las distintas partes. En ocasiones, las descripciones de las fortalezas resultan extremadamente detalladas y concretas, algo sumamente útil e inédito por su escasa abundancia. Gracias a esa exactitud, se han podido hallar partes ocultas o elementos desaparecidos.
Debido a que las visitas se solían realizar anualmente, en cierto modo se puede reconstruir la historia del edificio en sí y de su estado de conservación a lo largo del tiempo, bien por obras de reconstrucción y/o reparación, o, en los peores casos, de su progresivo abandono y desmochamiento.
Rescatamos el fragmento de la visita referido a aspectos arquitectónicos de la obra de Pedro de Orozco y Juan de la Parra por ser considerablemente útiles a la hora de reflejar lo que vengo diciendo en este discurso: “E en su tiempo [maestrazgo de Alonso de Cárdenas], fue algunas vezes requerido, por algunos comendadores de su Orden, que mandase reparar las fortalezas de sus encomiendas, que estavan maltratadas, i caydas en algunas partes de las torres i adarves dellas, porque en los tiempos antiguos acostumbraban labrar i reparar las dichas torres i adarves los maestres, i los encasamientos dellas los comendadores. E su señoría les respondía a esto en todos los Capitulos que fazia generales i particulares, que bien sabia como las fortalezas de la Orden heran todas del Maestre, i a él pertenesçian de las tener, i reparar, i que de los tiempos pasados de las guerras, i nesçesidades destos reynos, los cavalleros i comendadores las tenían i se aprovechavan dellas, e pues estavan a su cargo, que las reparasen, i labrasen, i sostuviesan en el estado en que las avian reçebido, porque no viniesen en mas daño i detrimento, o que gelas diesen, i entregase a él, e que las restituiría, i labraría, i repararía, i sosternía, segund cumplía a servicio de Dios i suyo i bien de su Orden” .
«Los libros de visita también han permitido reconstruir aspectos amplios que pueden ser objeto de estudio en profundidad, como por ejemplo aspectos de la vida económico-social de aquellos territorios que competen, fuentes de riqueza, costumbres, toponimia, red viaria, estratificación social, demografía, etc.».
Los archivos generales, como el Archivo del Sacro Convento de Uclés o colecciones diplomáticas de las órdenes pueden ser elementos muy prácticos para establecer líneas o secuencias cronológicas y poder reconstruir de forma relativa, un argumento histórico concreto. Un ejemplo de la importancia del uso de fuentes documentales podría ser las implicaciones que tiene en el estudio de la arquitectura defensiva de las órdenes militares, pues las empresas constructivas, obra y fábrica de las fortificaciones están constatadas en las crónicas y archivos.
En especial, podemos mencionar las empresas fortificadas de la Orden de Santiago en el Campo de Montiel , tal y como aparece en las conclusiones de D. Gallego Valle, tanto las fuentes materiales (fortalezas) como las documentales y archivos, han permitido elaborar una secuencia cronológica y conocer los proyectos de obra y ejecución de ciertos enclaves fortificados de la Orden de Santiago estrechamente ligadas al control territorial, símbolo y mejor organización y administración de derechos jurídicos, económicos y sociales.
Fuentes Arqueológicas de la Castellología
La disciplina de la Historia insiste en el vínculo que la Arqueología y fuentes documentales poseen, así como de las dificultades que ambas sufren cuando cooperan. No obstante, hay que tener muy presente que la Arqueología sin las fuentes documentales y las fuentes documentales sin la Arqueología, no sirven de nada para reconstruir un relato histórico con buenos fundamentos metodológicos, pues la investigación cuenta con el riesgo de ser pobre y poco elaborada. En condición de historiador, el arqueólogo puede sonsacar valiosa información sobre la cultura material, no solo de época medieval, sino de cualquier etapa histórica. La cooperación de ambas disciplinas refuerza aún más la importancia y papel de la multidisciplinariedad a la hora de realizar un estudio metodológico claro. Es decir, tanto la Arqueología como la Diplomática, Archivística o Historia pueden encontrar información complementaria entre sí, incrementando así los puntos de vista y contenido a su investigación; ampliando las perspectivas.
La información contenida en las fuentes documentales puede servir al arqueólogo en su trabajo de campo, como, por ejemplo, la búsqueda de topónimos, enclaves, lugares o descripciones detalladas, así como la contextualización de los materiales o fortificaciones a excavar o estudiar. «Los resultados arqueológicos pueden ser confirmados por las fuentes escritas, o viceversa».
Un ejemplo reseñable extraído de la obra de R. Izquierdo Benito podría ser en Calatrava la Vieja, enclave en el que, según las crónicas, la ciudad andalusí tras el desastroso conflicto acontecido en Alarcos (1195), pasó a manos almohades durante 17 años, hasta las Navas de Tolosa en el 1212, donde, nuevamente, pasó a manos cristianas. Durante las excavaciones, se demostró la existencia de material almohade que cronológicamente estaban encuadrados en esos 17 años de dominio del enclave. Ambas disciplinas confirmaron la evidencia de dominio almohade en Calatrava la Vieja, pero si las crónicas no hubiesen hablado de esto, muy posiblemente hubiese sido casi imposible y, seguramente con cierto margen de error cronológico, enmarcar las fechas exactas del dominio islámico en este lugar.
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