El reinado de Filipo II, que tuvo lugar entre el 356 y el 335 a. C., se encuentra condicionado por dos figuras en torno a las cuales se ha subordinado al monarca macedonio. El primero es el ateniense Demóstenes, rival político de Filipo II contra quien elaboró un gran número de discursos, conocidos como Filípicas, y que han tenido gran relevancia a lo largo de la historia y han servido para construir una imagen nada positiva del rey de Macedonia. La segunda figura es la de su propio, Alejandro Magno, cuya actuación y conquistas han eclipsado el papel que jugó Filipo II y sus reformas, que convirtieron a Macedonia en la principal potencia del mundo griego.
De esta premisa parte la obra de Mario Agudo, Filipo II de Macedonia publicada por Desperta Ferro. Agudo, especialista en la Grecia Antigua y, más concretamente, en el reino de Macedonia como demuestra su participación activa en Karanos. Bulletin of Macedonian Studies y su obra Macedonia. La cuna de Alejandro Magno, busca con esta biografía otorgar la relevancia que tuvo en la historia del mundo griego la figura de Filipo II y su actuación como monarca, que convirtió a Macedonia en la potencia hegemónica griega y que sentó las bases desde las cuales Alejandro Magno pudo desarrollar sus conquistas en Oriente.
La obra no se limita a ser una mera narración cronológica de la vida y hechos de Filipo II, sino que busca comprender el contexto en el que actuó el monarca, analizando su actuación en relación con la situación del mundo griego en el siglo IV. A.C., periodo en que las grandes potencias, como Esparta y Atenas, habían perdido gran parte de su antiguo poderío, con el surgimiento de nuevos actores como Tebas, sin que ninguna de estas polis lograse imponerse a las demás. Nos introduce a su vez una Macedonia caracteriza por sus complejas relaciones con el mundo helénico, al ser considerada como un reino bárbaro y ajena a la idea panhelénica por parte del resto de polis, y que atravesaba un periodo de gran inestabilidad, causado por los ataques de los pueblos fronterizos y por las luchas internas por hacerse con el poder. Va a ser en esta situación, tras la muerte en batalla del rey Perdicas III, cuando Filipo II llegue al trono.
Tras ser coronado rey, Filipo II consolidó su posición en el trono, eliminando a sus opositores al mismo, estabilizó las fronteras en Macedonia y estableció diversas reformas que afectaron al ejército. Estas reformas tenían como objetivo profesionalizar y disciplinar sus fuerzas, fomentar su movilidad y el uso de la maquinaria de guerra y, de forma paralela, el desarrollo de un cuerpo de infantería que fue la falange y que se caracterizaba por el uso de la sarissa, lanzas de en torno a los cuatro metros de longitud que permitían gran contundencia en los ataques frontales y que tendrían gran relevancia, no sólo durante el reinado de Filipo II, sino también durante el de Alejandro Magno y el periodo helenístico.
A partir de este momento, Filipo II desarrolló una activa política diplomática, detallada ampliamente en el libro, para garantizar las fronteras del reino y participar activamente en el mundo griego. Filipo II daba gran importancia a las relaciones personales en su política diplomática, para lo cual recurría a un elemento característico de la monarquía macedonia como era la poligamia, celebrando diversos matrimonios para consolidar las relaciones con otras polis y afianzar su presencia en la Hélade.
Tras analizar las reformas del ejército y su política diplomática, el autor pasa a tratar la frenética actividad bélica que Filipo II llevó a cabo a partir del 357 a. C. para expandir territorios macedonios mediante el asedio y toma de diversas ciudades, convirtiéndose Macedonia en la principal potencia militar del mundo griego, chocando sus intereses contra los de Atenas, momento en que Demóstenes comenzó a clamar contra Filipo II, y los de Tebas, y que llevaría a su participación contra las mencionadas polis en la Tercera y Cuarta Guerra Sagrada. En esta última tuvo lugar el enfrentamiento de Macedonia contra una conjunción de fuerzas atenienses y tebanas en la batalla de Queronea en el 338 a. C., con victoria aplastante para los macedonios, tras la cual Filipo II impuso su hegemonía completa sobre el mundo griego a través de la Liga de Corinto, de la que se convirtió en líder absoluto. Poco después, en el 336. a. C., Filipo II fue asesinado, cerrándose de esta forma uno de los reinados más decisivos de la Antigüedad.
De gran interés, por poco frecuente en este tipo de biografías, es el último apartado del libro, donde el autor se dedica a tratar las distintas aproximaciones que se han realizado a la figura de Filipo II tanto en la literatura como en el mundo del cine, de gran importancia a la hora de transmitir a diversas generaciones una imagen determinada del monarca macedonio, y donde ha sido recurrente la imagen de un monarca centrado únicamente en la expansión del reino de Macedonia, bebedor y tendente a los excesos, y con una compleja relación con Alejandro Magno y su madre, Olimpia.
Este trabajo, sustentado en una amplia variedad de fuentes, tanto primarias como secundarias, nos permite aproximarnos a una figura fundamental en la Historia. La inclusión de diversos mapas y glosarios para poder comprender mejor el mundo y el terreno en el que se movía Filipo II convierte el libro de Mario Agudo en una obra de referencia tanto para aquellas personas que tienen conocimiento de este periodo de la historia de la Grecia Antigua como para quienes buscan adentrarse por primera vez en el fascinante mundo que sentó las bases de lo que fue la Grecia helenística.
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