Hoy en el Foro de la Historia retomamos las entrevistas y lo hacemos con uno de los temas estrella, la memoria, concretamente en la guerra civil española. En el día de hoy hablaremos sobre Sin lustre, sin gloria, una historia sobre los frentes secundarios de la contienda civil, sobre los que no se ha hablado lo suficiente ni desde un punto de vista militar, ni tampoco social. Estos frentes tampoco aparecen en la memoria ni en el imaginario colectivo de la ciudadanía española.
Este libro ha sido escrito por Luis A. Ruiz Casero, doctor de historia por la Universidad Complutense de Madrid, autor que tiene experiencia en el estudio de estos frentes, habiendo escrito, por ejemplo, diversos trabajos sobre la Batalla del Tajo.
Luis, bienvenido al Foro de la Historia, estamos realmente ilusionados de traer esta entrevista a la página Web, principalmente porque nos ha planteado unas reflexiones en torno a la memoria y la historia, a veces no contada, de estos frentes.
P- Siempre se habla de las grandes batallas de la guerra civil, sin embargo, una parte de la península no fue escenario de estos choques, aunque si tuvo una lucha diaria continuada y cotidiana. ¿Cómo eran estos métodos de lucha?
R- El día a día en los frentes secundarios alternaba los largos períodos de inactividad operativa con grandes estallidos de violencia. En las batallas en campo abierto en los olvidados sectores de Toledo y Guadalajara la táctica no difería demasiado de la empleada en los grandes encuentros frontales de la guerra, salvo en los números. Se empleó aviación, carros de combate, y, sobre todo, artillería, que resultó mucho más decisiva que en las batallas “famosas”, dada la escasez crónica en el resto de elementos bélicos modernos. Las tácticas en los frentes secundarios podrían definirse como enormemente conservadoras salvo algunos destellos de vanguardia. Cuando no había grandes operaciones en marcha llegaba el momento de una cruel guerra de trincheras con ecos de la Gran Guerra, en la que se alternaban los bombardeos esporádicos, los francotiradores y los golpes de mano para capturar prisioneros, o incluso ganado. Y la guerrilla, empleada principalmente por los republicanos, tuvo a Toledo y Guadalajara como escenarios privilegiados.
P- Los combatientes tuvieron que vivir años en las trincheras y en zonas que, una buena parte del tiempo, estaban inactivas. ¿Cómo era vivir en estos lugares? ¿Era esta vida menos dura que la que podrían tener en frentes quizá más activos?
R- Había sectores y sectores, algunos habitualmente tranquilos, como el Alto Tajo o la Jara toledana, donde durante la mayor parte del tiempo la guerra transcurrió en relativa calma, si obviamos el terror cotidiano de los bombardeos, golpes de mano y los traicioneros “tiros de mirilla”. Pero existían también auténticos “puntos calientes” en estos frentes, que eran tan temidos por los combatientes como la mítica cuña de la Ciudad Universitaria. Los lugares más tristemente famosos por su peligrosidad en los flancos del frente de Madrid fueron, probablemente, la Cuesta de la Reina, el siniestro promontorio frente a Aranjuez que fue objeto de hasta ocho batallas en regla a lo largo de la guerra; y el sector del Alto Tajuña, en Guadalajara, donde ser destacado en posiciones como Cabeza del Carro era considerado un auténtico castigo. En esos lugares no existía una sola jornada de calma, y la proximidad de las líneas enfrentadas obligaba a los combatientes a llevar una vida subterránea, en refugios y trincheras cubiertas, donde asomar la cabeza era garantía de recibir un disparo del enemigo.
P- ¿Cómo era el abastecimiento tanto de víveres como de municiones en estos lugares? Sobre todo, en el bando republicano, que fueron quienes tuvieron más problemas en estos aspectos.
R- Si la logística en las grandes ofensivas de la guerra, donde los contendientes echaron toda la carne en el asador, fue habitualmente precaria, podemos imaginar lo que ocurría en los frentes secundarios. La situación no era tan problemática en el día a día: los combatientes se abastecían sobre el terreno, las redes de comunicación estaban ya relativamente consolidadas en la fase de estabilización de las líneas. Sin embargo, los ataques locales y las ofensivas olvidadas que tuvieron lugar en los flancos de Madrid estuvieron repletos de problemas. Uno de los ejemplos más sangrantes tuvo lugar en la batalla del Sur del Tajo, en mayo de 1937. La contraofensiva de Líster quedó virtualmente parada en seco debido a la carestía de proyectiles artilleros, en un momento clave en el que parecía incluso posible alcanzar el casco urbano de Toledo. Pero el ejército sublevado no estuvo libre del caos logístico. Pese al tópico de la historiografía tradicional, que caracteriza a las fuerzas de Franco como una maquinaria bélica perfectamente engrasada, encontramos casos como la primera fase de la ofensiva de La Jara, desencadenada en el abrasador verano de 1938, cuando la falta de suministro de agua dejó a las tropas atacantes a su suerte en mitad de una ola de calor en uno de los parajes más tórridos de Europa. Las bajas por insolación afectaron incluso a las tropas saharauis.
P- ¿Ha sido la arqueología fundamental para el estudio de estos frentes periféricos? ¿Qué datos nos ofrecen?
R- La arqueología contemporánea ofrece siempre una panorámica por algunos de los aspectos menos obvios del pasado, como la alimentación de los combatientes, su equipamiento, la calidad de sus fortificaciones… Pero también puede aportar datos clave para el gran discurso histórico. La documentación escrita es en ocasiones muy fragmentaria en lo que respecta a los lugares marginales de la guerra civil, y campañas arqueológicas como las desarrolladas por el equipo del CSIC-Incipit en los campos de batalla del Alto Tajuña han permitido documentar desde microeventos hasta combates a gran escala sin reflejo en las fuentes de archivo. También resulta fundamental la arqueología para rescatar historias deliberadamente silenciadas, como el fenómeno de los campos de concentración al desplomarse los frentes. Las excavaciones en el campo de Casa del Guarda (Jadraque) han arrojado mucha luz sobre las durísimas condiciones que tuvieron que soportar los miles de prisioneros de guerra republicanos allí encerrados en 1939, en un lugar del que se desconocía prácticamente todo, salvo el nombre.
P- Más de 80 años después, ¿Qué queda de estos lugares?
R- Mucho. Kilómetros y kilómetros de trincheras, millones de elementos personales de los combatientes, de elementos de munición, de latas de conserva… Miles de historias que el estudio de esos restos puede salvar del olvido. La presión urbanística que ha arrasado campos de batalla al completo en Madrid y su entorno ha sido mucho menor en algunos de estos escenarios periféricos del conflicto, lo que los ha preservado en gran medida. Pero no están a salvo para siempre. Es responsabilidad ciudadana y de las administraciones su inventario y protección, y aunque se ha avanzado mucho en ese aspecto en los últimos años, aún queda mucho por hacer. Y no solo el crecimiento urbanístico desaforado pone ese patrimonio en riesgo: cuando hacemos trabajo de campo no hay lugar, por recóndito u olvidado que esté, en el que no encontremos los omnipresentes “hoyos de pitero”, agujeros del expolio de los detectorcitas de metales ilegales.
P- En la última década estamos asistiendo al establecimiento de lugares de memoria, tanto en espacios civiles como militares. ¿Hay algún monumento, espacio o reconocimiento hacia estos frentes “olvidados”?
R- Existe una memoria casi desvanecida, la de los vencedores de la guerra, que sembraron las tierras de Castilla -y toda España- de lápidas, monolitos, memoriales. Hoy aparecen como fantasmas de otro tiempo, descontextualizados y sin nadie que peregrine a ellos para recordar. Es necesario establecer una nueva memoria pública sobre los campos de batalla de los frentes secundarios, que a pesar de que -con excepciones- no alteraron el desenlace final de la guerra, resultaron importantísimos a nivel local. Opino que es necesario recordar, investigar, contar, hacer didáctica de un patrimonio que hasta ahora ha resultado demasiado incómodo para abordarlo. Con datos basados en la metodología histórica, que desmantelen los mitos y la propaganda de otros tiempos, sustituyéndolos por un discurso crítico y respetuoso con los hechos del pasado, que contribuya a formar a la ciudadanía en unos ideales democráticos y de paz.
Muchas gracias por concedernos esta entrevista, pues consideramos que es fundamental la labor que haces, te deseamos éxitos y te animamos a seguir con la labor que haces al estudiar estos espacios de memoria mal considerados “secundarios”.
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