El libro, Historia, Lenguaje y Teoría de la Sociedad, de Miguel Ángel Cabrera es un viaje a través de la teoría historiográfica desde Ranke hasta nuestros días. En el Cabrera desgrana los cambios en la teoría social hasta llegar a la actualidad donde, en su opinión, los paradigmas del estudio de la historia están en crisis y sugiere que está surgiendo un nuevo paradigma estrechamente ligado a cómo influye el lenguaje en los fenómenos sociales, o sea, en como el individuo se organiza socialmente y cómo esto influye en las estructuras sociales que se crean en un momento determinado en el tiempo y el espacio. El autor viene a sugerir, entre otras cosas, que los historiadores tienen que cambiar el paradigma epistemológico del estudio de la historia si quieren comprender la sociedad que surge a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Teniendo en cuenta los postulados que propone Cabrera, si uno se pregunta por el lugar que él mismo ocupa dentro de la sociedad actual podría llegar a la conclusión que este hubiese variado según el momento y lugar en el que se situase. Como destaca Jaime, el lenguaje ya no es como en el historicismo, una creación subjetiva que servía para transmitir el pensamiento o un mero medio de comunicación como lo era para el materialismo histórico, sino que ahora es mucho más. Es una forma de transmitir el pensamiento y de dotarlo de significado. El lenguaje está destinado no solo a transmitir sino también a influenciar y dar forma a la sociedad .
El problema que me planteo es: ¿Cuánta realidad hay detrás de esta afirmación? ¿Es el lenguaje la nueva herramienta que dicta como los hombres afrontan las situaciones hoy? ¿Es verdad que las nuevas posiciones político-sociales en la actualidad están forjadas a través del idioma? Esto supone que si los futuros historiadores no empiezan a incorporar como se comunica el hombre de los siglos XX y XXI no podrá profundizar o incluso entender los cambios que surjan en esta nueva sociedad. Lo que me lleva también a plantearme la siguiente duda: ¿Qué posición historiográfica mantengo cuando hago historia?
La primera vez que alguien me dijo la frase “no hay más tonto que un obrero de derecha” me dio que pensar. Parece algo trivial, es una frase de las muchas y variadas que uno puede leer en cualquier pared de cualquier ciudad de España. Pero yo me pregunto, ¿Qué hay realmente detrás de esta frase?, ¿Cuánto hay de cierto en ella? ¿De verdad no hay más tonto que un obrero de derechas? O podemos decir que el tonto es aquel que vota sin realizar un ejercicio de pensamiento crítico con respecto a su voto.
No cabe duda de que esta frase está muy ligada a que clase social pertenecemos o creemos pertenecer. ¿Pero quién o qué determina la clase social a la que pertenecemos? Incluso nos podemos cuestionar si después de la II Guerra Mundial se puede hablar de una sociedad de clases tal y como la concibió Marx o por el contrario las clases en la actualidad están tan difuminadas que, como sugiere Cabrera, ya no son un paradigma válido para entender la sociedad actual . Ligado a este concepto de clase ya desfasado podemos situar al individuo actual.
Hoy hay que tener mucho cuidado en expresar cualquier opinión en determinados círculos que contradiga lo que algunos consideran la ortodoxia izquierdista. De lo contrario uno puede ser acusado de fascista . En mi opinión esto se debe a que la sociedad española hoy en día trabaja con unos conceptos ideológicos muy débiles lo que lleva a muchos a no poseer un criterio propio en cuanto a su ideología. Curiosamente podemos ver en EE. UU. lo mismo pero invertido. Todos los que no son seguidores o no comulgan con los ideales de Trump, son automáticamente tachados de “Antifas” Así que podemos decir que en determinados círculos de los Estados Unidos se usa el término antifascista como insulto de la misma manera que en España se usa la palabra fascista como insulto.
Esto me recuerda la novela de Orwell, “Animal Farm”, cuando los cerdos utilizan a las ovejas para cambiar un precepto por otro que propone todo lo contrario al original solo con una manipulación lingüística pero que ellas recitan sin ningún tipo de reflexión. Táctica que también sirve para interrumpir cualquier intento de cuestionar la nueva posición ideológica .
Cabrera lo explica muy bien cuando dice que en aquellas situaciones cuando el actor no sigue la ortodoxia que se le supone por su condición dentro de las clases establecidas, no es que esté equivocado o tenga una falsa consciencia de sus intereses como tal vez diría un marxista ortodoxo, sino que está aplicando lo que él llama una matriz categorial que no es la que se le supone a su clase . Desde esta perspectiva podemos decir que en este caso el obrero ejerce una postura crítica y que actúa, no con una consciencia de clase, sino que aplica una matriz diferente a la de la mayoría de su clase social en un intento de obtener un beneficio personal o con otros objetivos no de clase.
Con esta premisa uno pude comprender como puede chocar esto con lo que pretendían los historiadores sociales de la escuela de los Annales, los de las siguientes generaciones de Annales o especialmente los de las diferentes escuelas marxistas que veían la lucha de clases como un enfrentamiento entre los obreros y la burguesía. Es con esta visión que uno puede afirmar que no hay nada más tonto que un obrero de derechas. Pero si tomamos esto y lo filtramos a través de una malla ideológica distinta, una que ante ponga los intereses individuales por encima de los de clase es cuando entendemos que no podemos ver la lucha de clases como algo monolítico y sin fisuras, sino que el hombre visto como un solo individuo puede permear entre las dos clases. Incluso uno puede plantearse la validez de clasificar a los individuos en clases monolíticas a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Esto no quiere decir que como historiadores deberíamos renunciar al concepto de clase per se, sino que debemos limitarlo en el tiempo y espacio y distinguir entre clase como fenómeno social y clase como objeto social .
Un fenómeno interesante y muy relacionado con el discurso como elemento de modificación de la sociedad fue el cambio radical de postura del PSOE en relación con la entrada de España en la Alianza Atlántica. De un OTAN de entrada No, se pasó a un OTAN de salida tampoco. Naturalmente que el lenguaje jugó una parte importante para lograr que una buena parte de su electorado aceptase esté giro en la postura oficial del partido. Aquí lo interesante es averiguar que cambió en discurso para dar un giro de 180 grados en la política oficial del partido en lo que concernía a un tema tan sensible en la izquierda como era la entrada de España en la OTAN. Aquí, en mi opinión, entran en juego los nuevos paradigmas de la historia. Lo que hay que estudiar es que instrumentos se introdujeron en el discurso para que una buena parte de la izquierda se replanteará su posición ideológica con el fin de anular los efectos negativos que esto pudiese tener en su electorado. Desde un punto de vista historicista se podría argumentar que esto fue debido al carisma que ejercía en esos momentos la figura de Felipe González. Mientras que desde la perspectiva de los historiadores sociales se pondría el énfasis en la presión que ejercía la sociedad para que España se integrara en las estructuras occidentales con el objetivo de ingresar en la Comunidad Europea. Estas dos concepciones sin embargo no dan una explicación razonable para ese giro tan drástico y esto es, a mi entender, lo que justifica esta búsqueda de filtros en el lenguaje y en el discurso para poder explicar ciertos fenómenos históricos.
¿Qué posición historiográfica mantengo cuando hago historia? ¿Ha cambiado este libro en algo mis planteamientos metodológicos y mi forma de ver el oficio de historiador? Pienso que este libro me ha hecho plantearme como me veo yo con respecto a mi propia posición dentro de las corrientes historiográficas de este siglo. Y más importante es si la lectura de este libro va a cambiar la forma en que trabajo las fuentes y como transmito mis resultados. No me cabe la menor duda que la forma en que ahora miro al lenguaje y como este afecta a los hechos históricos, así como la forma en que yo trasmito mis ideas es ahora diferente a como lo hacía antes de su lectura.
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