Desde hace muchos años dentro de la historia militar han surgido multitud de tendencias que ahondan en aspectos como la mentalidad de los soldados o su vida en el día a día en tiempos de guerra. A ese campo se suma la obra del profesor especialista en la historia militar de la Edad Moderna, Idan Sherer, publicada por la editorial Desperta Ferro, Italia mi ventura. El soldado español en las guerras de Italia. En esta obra el autor trata los distintos aspectos que conformaban la experiencia bélica de los soldados españoles en un periodo concreto como fueron las Guerras de Italia.
Las Guerras de Italia fueron una serie de conflictos que tuvieron como escenario la Península Itálica entre 1498 y 1559 y que tuvo como principales protagonistas a España y Francia, aunque hubo multitud de actores, como las ciudades estado italianas o los Estados Pontificios. La razón del enfrentamiento hispano-francés obedecía a los intentos por parte de ambas coronas por hacerse con el control del reino de Napolés y el ducado de Milán, e imponer su hegemonía en Italia. Este conflicto, que tuvo gran importancia a nivel geopolítico, también tuvo gran transcendencia a nivel militar, con el auge de la artillería y el desarrollo de lo que luego serían los Tercios, de gran importancia para el ejército español en el siglo XVII.
Tras contextualizar las Guerras de Italia, el autor trata la forma de vida de los soldados desde su reclutamiento. Estos soldados, procedentes de Castilla en su gran mayoría, solían ser voluntarios de las capas más bajas de la sociedad, que se alistaban por motivos económicos, aunque no era extraño encontrar entre las filas españolas a militares procedentes de la hidalguía o la baja nobleza, así como soldados alistados por su espíritu aventurero. Tras ser reclutados y enviados a Italia, los soldados debían hacer frente a condiciones de vida muy duras, entre las cuales se encontraba el no contar con vestimentas adecuadas para el frío o la falta de abastecimiento de alimentos para la tropa, que se veía obligada a obtenerlo por sí misma para hacer frente a las enfermedades causadas por el hambre o a la muerte por inanición. A esto hay que añadir otros aspectos que dificultaban la vida de los soldados, como las duras jornadas que incluían marcha de más de veinte kilómetros al día, o los enfrentamientos con la población local, debido al establecimiento permanente de los soldados en la zona, lo cual generaba situaciones violentas. Bajo estas condiciones los soldados generaban entre ellos redes de solidaridad y apoyo mutuo, y que fomentaban la cohesión social dentro del ejército, destacando la institución conocida como “camarada”, que garantizaba apoyo a nivel físico, material y espiritual y que abarcaba tanto soldados como oficiales.
Tras tratar los elementos característicos del reclutamiento de los soldados, el autor pasar a tratar dos elementos habituales en el mundo militar de la Edad Moderna, y, más concretamente, de los soldados españoles del siglo XVI y XVII, como eran los motines y los saqueos. Reducidos habitualmente como meros estallidos de violencia, el autor trata de ahondar en la lógica existente detrás de los motines y los saqueos. En lo relativo al motín, el autor apunta las fases que atraviesa un motín, que estallaba por lo que los soldados consideraban un agravio, que iba desde falta de comida hasta los impagos de meses a los que debían hacer frente los soldados. Los motines, a su vez, se beneficiaban de un sistema de justicia militar y regulaciones institucionalizadas. El motín estallaba iniciado por uno o varios soldados veteranos, que, convencían al resto para unirse al motín. El número de soldados que se unían variaba mucho y no se puede estimar con precisión a través de las fuentes, siendo más fácil calcularlos cuando se mencionan escuadras o regimientos, a veces los capitanes se unían. Los soldados amotinados inciaban su organización eligiendo un representante y organizándose para contar con provisiones y no morir de hambre, ya que un motín podía durar de 14 días a 3 meses. El interés del análisis de la situación es que los soldados no eran meros activos pasivos, si no que eran conscientes de su fuerza y podían condicionar la estrategia político militar en Italia, llevándose a cabo distintas negociaciones con las autoridades militares para volver al status quo previo al motín.
También estudia uno de los fenómenos más violentos de la guerra como era el saqueo, tratando las distintas fases que atravesaba y partiendo de la percepción que había del saqueo en la época, considerado como un elemento más de la guerra y autorizado por los altos mandos militares, que veían en el saqueo una forma de pago para sus tropas. Con el saqueo se iniciaba un pillaje sistemático, en que tenían lugar diversos episodios de violencia y crueldad contra los civiles, los cuales llegaban a ser tomados como prisioneros hasta que se pagase un rescate por su persona. Del periodo destaca, por encima de los demás, el que tuvo lugar en Roma entre los meses de mayo y junio de 1527 y que tuvo una gran transcendencia, por la brutalidad con la que actuaron las tropas alemanas y españolas de Carlos V, que dejaron una ciudad devastada por el pillaje y la peste.
En el último capítulo del libro, analiza el combate y la experiencia de los soldados en las batallas que tuvieron lugar en las Guerras de Italia. Shirer apunta cómo en este conflicto, pese a que todavía pervivían elementos característicos de la guerra medieval, tuvieron lugar diversas transformaciones que afectaron a la forma de hacer la guerra. En este aspecto, la artillería adquirió gran importancia y, más específicamente, la artillería móvil, que, con los arcabuces, se convirtieron en fundamentales en las diversas operaciones desarrolladas en escenario bélico. De la importancia que adquirió la artillería, los ejemplos más paradigmáticos se puede encontrar en la batalla de Rávena de 1512, enfrentamiento que comenzó con un fuego de artillería que superó las dos horas, y la batalla de Pavía, de 1525, donde la artillería de Carlos V jugó un papel indispensable en la derrota de la caballería francesa. El capítulo no se centra únicamente en analizar las transformaciones bélicas, si no que también presta atención a la mentalidad de los soldados españoles en combate, teniendo gran importancia el sentimiento de pertenencia a un grupo y el espíritu de cuerpo para la cohesión del ejército español, logrando de esta manera una altísima eficiencia en batalla.
En definitiva, una obra imprescindible que trata un aspecto muy poco tratado por la historia military, y que nos permite conocer y aproximarnos a la vida de las personas que conformaban el ejército español en la Edad Moderna.