La Historiografía medieval en Cáceres: Breve estado de la cuestión

La historia medieval extremeña ha sido relativamente poco estudiada por historiadores del ámbito académico a la fecha de elaboración de este trabajo, asunto que ha traído consigo una serie de lagunas históricas sobre este marco geográfico en concreto. Hasta las tres últimas décadas, la investigación acerca de la evolución espacial de las transierras (leonesa y castellana) ha seguido (y sigue en gran medida) un esquema muy influenciado por corrientes historiográficas nacionalistas e historicistas. A esto se le suma la escasa o nula publicación de trabajos monotemáticos que traten de renovar o actualizar aquellos puntos de vista historiográficos anteriormente citados, los cuales hoy en día se encuentran superados por la Academia.

El grueso de las publicaciones sobre la comarca de Cáceres y las transierras pertenece a las décadas de 1970 y 1980 e incluso previas. La bibliografía sobre la Historia Medieval extremeña se reducía a un escaso número de eruditos locales preocupados por la recuperación de personajes ilustres de una determinada localidad, la mención de eventos históricos puntuales o simplemente la elaboración de una historia local/regional movidos por intereses de carácter personal. Esta producción historiográfica podría catalogarse hoy en día como historicista, positivista y de leve afán objetivo/académico.

La Universidad de Extremadura fue la entidad encargada de revisar estas publicaciones, aclarando que no contaban con el rigor científico adecuado, pero no niega su valor, pues muchas de ellas son inéditas, ilocalizables y únicas. Para nuestra comarca, gran parte de la producción literaria se la debemos a Gervasio Velo y Nieto, historiador regional que, al margen de su corriente coetánea, asentó las bases sobre el estudio de la Alta Extremadura y la Sierra de Gata hasta su muerte en 1966. Aunque sea una fuente con la cual hay que tener especial cuidado por no ser del todo fiable ni contrastable, sí que posee cierto valor dentro de nuestra disciplina y que puede guiar y establecer parámetros generales, algo que hemos contemplado durante esta redacción.

Cáceres
Plaza Mayor de Cáceres

Desde 1985 muchos autores se dieron cuenta de esta carencia, contribuyendo a la publicación de varios volúmenes y obras que tratasen de resolver aspectos y cuestiones insuficientemente tratadas, como, por ejemplo, L. Miguel Villar García o Antonio Navareño Mateos. A esta nueva inclinación por “renovar” la historia de la Extremadura leonesa, a partir de 1990 y 2000, se sumaron otros autores como Julián Clemente Ramos, J. Luis De La Montaña Conchiña, Luis Corral Val o a Francisco García Fitz, principales impulsores de este nuevo interés y renovación historiográfica. En los primeros momentos de la mencionada revisión historiográfica, los estudios partieron desde análisis de los sistemas feudales o la revisión de la óptica “Reconquistadora”, hasta cuestiones más precisas y concretas como la fortificación y la historia militar (destacando a F. García Fitz) o el poblamiento y articulación social a partir de las dehesas de realengo (a partir de los trabajos de M.ª Dolores García Oliva). En definitiva, podemos decir que pasamos de una historia amplia y relativamente escueta que trata cuestiones locales pero generales, a una más concreta, certera y que desarrolla gran cantidad de aspectos de pequeña a gran escala.

En cualquier caso, la región seleccionada para nuestra investigación presenta una serie de dificultades historiográficas (a saber, la mitificación de la Conquista y Reconquista; la “manipulación” de los autores locales; la marginación historiográfica de la comarca; la escasez de renovación y síntesis literaria). García Oliva explica de manera sumamente precisa a lo que nos queremos referir. Conocemos una serie de eventos y hechos históricos que pueden considerarse como contrastados y verosímiles; la presencia beréber de los valles de Coria, las sucesivas conquistas de la misma urbe desde Alfonso VI en 1079, la presencia de almorávides y almohades, los hechos del reinado de Fernando II de León, y finalmente la época de Alfonso IX de León y sus respectivos procesos de expansión y contracción. Si acudimos a las fuentes árabes, no tardaremos en apreciar que hay escasa información sobre este marco geográfico en concreto y, en el caso de haberla, la localidad de la que más información poseemos es de la propia Qūriya/Coria, a diferencia de otros territorios próximos, de los cuales carecemos de fuentes. En palabras de García Oliva, la Transierra Leonesa y la Sierra de Gata son caracterizadas en los siglos XI-XII por ser silenciosas en los documentos históricos. Afortunadamente, esto no ha impedido reconstruir procesos clave para comprender la evolución de la comarca. Sin embargo, esta reconstrucción hasta finales del siglo XIII fue explicada desde la perspectiva repobladora y reconquistadora «en sus sentidos más rancios, generando una idealizada y mitificada imagen del paisaje con gran cantidad de castillos y atalayas» comunicadas entre sí, pero que el número y origen de ellas variaba dependiendo del autor.

Lo último descrito genera un serio problema a la hora de identificar, catalogar y representar en plano los castillos involucrados de la zona, aspecto al que nos hemos tenido que enfrentar cara a cara. Las distintas fortalezas de la Sierra de Gata y la Transierra han sido estudiadas mediante una metodología de identificación e inventariado un tanto escueta y con apenas respaldo documental, desde Gervasio Velo y Nieto hasta Publio Hurtado. De este último, destacamos la publicación Castillos, Torres y casas Fuertes de la Provincia de Cáceres (1989), donde se explica de manera vaga la historia general de la provincia en tiempos medievales y, tras ello, observamos un inventario de todo elemento fortificado conocido; ignoramos de momento el cómo se hizo dada la dificultad de geolocalización y acceso en todos y cada uno de los enclaves, así como del estado de conservación. Muy posiblemente, Publio Hurtado heredase el contenido de Velo y Nieto, pues fue el primer autor conocido que realizó expediciones de campo en cada castillo de la Sierra de Gata para elaborar amplias fichas de catalogación y reseñas históricas monográficas, trabajo que culminó en su obra póstuma Castillos de Extremadura: Tierra de Conquistadores (1968).
La información que poseen ambas obras es relativamente similar, aunque estén separadas por 21 años. Muchas de las ideas son compartidas, muy seguramente debido a que P. Hurtado basase gran parte de su contendido en el de Velo y Nieto. A donde quiero llegar es que, este es un ejemplo de que la historia extremeña sigue el hilo de los eruditos locales de los años 40-50 hasta finales de los 80 e inicios de los 90.

Estos sucesivos inventarios de casas fuertes y castillos prosiguen un relato no demostrado ni contrastado con fuentes documentales, y mucho menos arqueológicas. Esta cuestión se observa muy bien en la fundación y origen de las distintas villas y fortalezas. Velo y Nieto en su bibliografía afirma que casi la totalidad de los castillos de la comarca son de origen islámico, exceptuando algún asentamiento previo como Marmionda/Portezuelo (romano) o Mazcoras (¿beréber/Amazigh?). Aunque lo que Velo y Nieto nos dice tiene cierto sentido, las fuentes árabes de esta zona son escasas, las cristianas no respaldan nada representativo (sobre todo la Regesta de Fernando II de León) y las arqueológicas destacan por su ausencia. El único dato que ofrece este autor es que, muchos de los emplazamientos citados, estaban ya erigidos a la llegada del rey leonés a la Transierra a partir de 1158. F. Novoa Portela por su parte, afirma que el castillo de Marmionda fue construido seguramente por manos islámicas en el siglo X, mientras que Navareño Mateos niega la afirmación e identifica los elementos defensivos de manufactura cristiana. La misma discrepancia ocurre con el origen del castillo de Eljas, ya que Velo y Nieto lo data del 890, fecha que Navareño Mateos no comparte, pues el castillo dataría en torno al siglo XIV.

Fácilmente podríamos seguir poniendo ejemplos de los casi treinta castillos que existen. Muchos de los enclaves referidos por los primeros autores hoy en día han desaparecido o se reducen a meros escombros de piedra imposibles de clasificar. En su época debieron encontrar algún elemento que identificaron como islámico, evidencia no disponible actualmente. Creemos que también debieron acudir a la toponimia, pues el sustantivo puede evocar un pasado andalusí, como Moreras, Almenara, Atalaya o Milana. Por ejemplo, del castillo de Almenara (Gata) solo queda en pie la torre del Homenaje de época cristiana, posiblemente de finales del XIII inicios del XIV. Su topónimo alude sin dudas a un origen claramente islámico, pero la documentación no lo especifica y los restos materiales no parecen ser ni de cronología ni de factura islámica.

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