El Palacio de Olite

Introducción al Palacio de Olite

Aprovechando la semana santa, desde el Foro de la Historia fuimos a visitar el Palacio de Olite, castillo del que hoy os vamos a hablar. Un primer apunte es que en muchos lugares encontramos la denominación “castillo”, sin embargo, la falta de carácter útil militar y su clara función civil hace que realmente tengamos que denominarlo palacio.

El palacio de Olite este situado en el actual casco histórico de la población navarra de Olite. Como tal sus inicios datan en torno a los siglos XIII y XIV. Comenzó a cobrar importancia durante el reinado de Carlos III el Noble (1387-1425) con una serie de obras de ampliación y se acabó convirtiendo en la sede permanente de los reyes de Navarra.

Un aspecto curioso del palacio es su diseño desordenado, quizás producto de las diversas intervenciones entre los siglos XIII-XV y una aparente falta de planificación. En cualquier caso, la visitante verá que la estructura del inmueble está repleta de pequeños pasillos exteriores y una disposición de torreones bastante difusa. A parte de esto, el conjunto original actualmente está dividido en tres partes: La primera corresponde a lo que se denomina el Palacio Nuevo, como tal es el

castillo. La segunda es el Palacio Viejo, actualmente es un parador nacional. Y finalmente tenemos lo que se denomina el Palacio de la Reina, situado entre los dos y que hoy solo queda un solar.

Palacio de Olite
Palacio de Olite

De Castillo a Palacio

Con la invasión de Navarra por la unión de Castilla y Aragón, el palacio pasó a un segundo plano. Pasó de ser la sede del poder de un reino independiente a ser la residencia de los virreyes de Navarra, perdiendo poco a poco su uso habitual frente a los palacios urbanos, tendencia habitual durante la edad moderna.

El conjunto se fue deteriorando a lo largo de las décadas y su punto culminante fue en 1813 cuando el guerrillero Espoz y Mina lo incendió para evitar que la estructura fuera ocupada por tropas francesas. Después de la guerra de independencia el conjunto fue desatendido hasta que en 1923 la Diputación Foral de Navarra convocó un concurso para su restauración.

Tras diversas propuestas, el concurso lo acabó ganando la propuesta de los hermanos Yárnoz, iniciándose las obras en 1937 y siendo la que actualmente podemos visitar. Como tal se usó el criterio de respetar la estructura original y distinguir aquellos elementos no originales.

Respecto a la restauración realizada, tenemos que comentar que no está muy acorde a los criterios actuales. En 1931 se publicó la Carta de Atenas sobre la restauración del patrimonio artístico y arqueológico, fue posterior a la propuesta de los hermanos Yárnoz, pero sí que ellos estaban al corriente de de los diferentes criterios que culminarían en esa Carta. Sin embargo desde la Carta de Atenas hasta hoy, la disciplina de la restauración del patrimonio arquitectónico ha evolucionado mucho (Carta Restauro de Venecia 1964, Carta europea del patrimonio arquitectónico de 1975, la Convención del patrimonio arquitectónica de Granada o la Carta de Baños de la Encina  de conservación de arquitectura defensiva de 2006) también la legislación del patrimonio histórico español es bastante menos permisiva actualmente.

Sin embargo, los lógicos “peros” no nos tienen que impedir disfrutar de un inmueble histórico de semejante envergadura. Desde un punto de vista de turista raso, lamento que no se conserven las decoraciones interiores del palacio (salvo por unas muestras de yeso que se exponen en una pequeña sala) pero también es verdad que sí se hubiera intentado emular la decoración en las salas interiores se estarían contradiciendo algunos preceptos que contiene las cartas anteriormente mencionadas.

Volviendo al conjunto histórico actual, estamos ante una fortificación de carácter civil de estilo gótico francés con varios aportes mudéjares, dada la alta presencia de moriscos en la ribera navarra. En su época se consideró uno de los palacios más lujosos de Europa ya que contaba con un espacio considerable con decoraciones interiores en relieve, mucho espacio, un zoológico, varios jardines y un patio con naranjos. Para el cuidado de estos jardines frente al duro clima navarro se articuló un sistema de cañerías de plomo y toldos para aclimatar las plantas y tener en el norte de la península una flora más típica del levante mediterráneo, obra de Juan d’Espernou.

El palacio cuenta con una gran cantidad de torres y salones por los que el visitante puede pasear, podríamos tratar de hacer una en

umeración de las torres pero una descripción física más detallada se alejaría de la humilde reseña que hoy os traemos y animamos al lector que se acerque a descubrir por sí mismo el castillo que en 2008 fue nombrado por la Revista Medieval “primera maravilla medieval de España” por delante de lugares como la Catedral de Santiago, la Alhambra o el monasterio de Poblet.

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