LA “EPOPEYA DE GILGAMESH”

La epopeya de Gilgamesh es considerada por los historiadores como el relato escrito u obra literaria más antigua del mundo. De autoría anónima, el poema aparece en numerosos fragmentos dispersos en varias épocas de la historia. Las tablillas de mayor antigüedad datan al menos del 2100 a. C, periodo histórico correspondiente a la IIIª Dinastía de Ur o “renacimiento sumerio” (2150-2000 a. C) . No obstante, los relatos mejor conservados pertenecen a las colecciones acadias, paleobabilonias del 1700 a. C , la llamada “versión estándar” de Sîn Lēqi-unninni entre el 1300-1100 a. C (un sacerdote erudito) y los de la biblioteca de Ashurbanipal I de Asiria en Nínive (669-631 a. C).

Al ser un relato que trascendió durante siglos e incluso milenios en todos los reinos e imperios del Próximo Oriente, las peripecias de Gilgamesh han sido reescritas, reordenadas y modificadas una y otra vez. Lo positivo de esta sucesión estratigráfica es que han sido fácilmente identificables y ha permitido conocer las fechas exactas de su modificación. Sea como fuere, es indiscutible el trasfondo e importancia que ha poseído este texto en la civilización mesopotámica a lo largo de casi tres mil años.
Contenido de la Epopeya

En cuanto al contenido per se del relato, se narra la vida de un rey de la ciudad Uruk llamado Gilgamesh que, según las listas reales sumerias, gobernó hacia el 2750 a .C . Este monarca experimenta un “viaje del héroe” donde se va encontrando con diversos retos, conflictos y debates filosóficos que serán vitales para su crecimiento personal.

Gilgamesh gobernaba Uruk como un déspota y tirano, algo que las divinidades no estaban dispuestas a tolerar. La diosa madre Aruru envía a un ser monstruoso para compensar la inestabilidad que el rey asolaba en la tierra. Enkidu es su nombre. Nace como una bestia pacífica, inocente y salvaje, sin maldad; todo lo contrario al rey de Uruk: arrogante, divino y tiránico. Es más, los fragmentos paleobabilonios cuentan que Enkidu, de actitud herbívora, protege los rebaños, se desplaza con ellos, ahuyentando a tramperos y depredadores. Autores han interpretado esta descripción como un primer atisbo de altruismo ecológico nacido de algo o alguien natural. Cuando uno de estos tramperos descubre a la criatura bebiendo con el resto de animales de una charca, entra en colapso y se dirige aterrado a la ciudad. Por recomendación de su padre, se dispone a contarle al propio rey, que sorprendentemente, usa la astucia en vez de la fuerza bruta. Le pide al trampero que ofrezca al salvaje a Shamhat, una sacerdotisa de la diosa Ishtar para que, al verla, sus impulsos sexuales primarios hagan alejarse a los animales de él; que ya no le vean como uno más, dejándole solo. En vez de capturar por la fuerza a Enkidu, lo que Gilgamesh pretende es domarle, “civilizarle”. Shamhat podría interpretarse como Eva según el Génesis que, a su llegada, seduce a Adán, tranquilo y a lo suyo. Aunque, también hay que decir que Shamhat es tratada en la epopeya como un agente seductor benigno, que lo único que quiere es transmitir conocimiento humano, sexual e inocente a Enkidu. Aquí no existe la dicotomía del bien o del mal, simplemente un conocimiento puramente corporal.

Una vez que Shamhat yace con Enkidu, ésta le propone ir a la ciudad de Uruk, en sus palabras: «…al palacio del rey Gilgamesh, quien en su arrogancia oprime al pueblo, atropellándolo como un toro salvaje». Enkidu acepta y es aquí cuando relato indaga en que, dentro de ambos héroes, nace un sentimiento de amistad/rivalidad y necesidad sin ni siquiera haberse visto en persona. Una especie de desafío personal entre ambos colosos.

Como si de un niño pequeño se tratase, Shamhat viste a Enkidu y de la mano le lleva a la ciudad. Al llegar, todo el mundo se queda asombrado con tal hombre, gigante, bello y fornido, rebosante de potencia sexual, con músculos como piedras. Casualmente, ese día se celebraba un banquete nupcial y por derecho, Gilgamesh debía acostarse con la novia antes que su futuro esposo (algo que puede interpretarse como “el rey va en contra de la ley”, ya que el matrimonio sumerio es sagrado y cósmico, y no hay pruebas contundentes que refuten el hecho de que el monarca deba acostarse con la novia antes que el propio marido). Cuando el gobernante se dirigió al lecho, se encontró de frente a Enkidu, quien lo desafió. Ambos iniciaron una pelea brutal, haciendo temblar el suelo y resquebrajando las jambas de los templos. Ganó Gilgamesh, pero los halagos de Enkidu ante tal poder y el reconocimiento de su superioridad hizo que ambos se perdonasen, se besasen y se hicieran buenos amigos. Aquí de nuevo surge el debate de qué consideramos en esa época como “amistad”. Algunos fragmentos afirman que entre Gilgamesh y Enkidu había tan solo una relación fraternal, amigos y/o hermanos; mientras que en otros como en la Tablilla XII, se cita abiertamente una clara homosexualidad y un fuerte componente homoerótico . Sea como fuere, esto puede ser claramente un precedente a la relación de “amistad” entre Aquiles y Patroclo o David y Jonatán en el Génesis, dos mil años después.

A partir de este punto de la historia, Gilgamesh y Enkidu viven aventuras juntos, enfrentándose a varios objetivos y pruebas. El primero de ellos es el combate contra la bestia Humbaba, guardián del bosque de los cedros por imposición del dios Enlil. Ambos héroes entran en un debate existencialista sobre retar a las deidades, siendo Enkidu el reticente a no hacerlo. Gilgamesh asume la mortalidad como algo normal, por lo que acobardarse y vivir como un mediocre no es la solución para ser recordado. Encontrar una muerte heroica y victoriosa es el objetivo. En otras palabras, “si voy a morir, que sea como un guerrero”. Esta afirmación puede encontrar referencias en el ideal de lucha espartano como concepto de heroicidad e inmortalidad.

A lo largo del recorrido, ambos colosos debaten sobre teología, deidades, rituales y sueños premonitorios que ponen en debate interno a Enkidu. Gilgamesh tuvo 5 sueños premonitorios donde las deidades le confrontaban y ponían a prueba tanto su temple y confianza en sí mismo como su físico. Al enfrentarse a Humbaba y poder observar cuan horrenda era la criatura, Gilgamesh tuvo unos momentos de debilidad, pero Enkidu le devolvió la valentía mediante halagos y enseñanzas. Finalmente, el rey de Uruk logró hundir el hacha en el cuello de la criatura y decapitarle, llevando la cabeza como trofeo a la ciudad. Los dos héroes llegaron entre vítores y cánticos de victoria, llamando la atención de la diosa Ishtar, quien se fijó en el monarca. La diosa trató de seducirle con riquezas y prosperidad sin límites, pero Gilgamesh rechazó su petición, recordando a la diosa todos aquellos mortales en los que se fijó, que acabaron fríos, algunos en el infierno y otros abandonados por un ardiente horno divino que les prometió todo. Ishtar, furiosa, subió al cielo y rogó a su padre Anu enviar al Toro Celeste. Cuando llegó a la tierra y bufó 3 veces, provocó grietas en el suelo que hundieron a Enkidu. Intentando salir, el toro arremetió contra él, quien le frenó cogiéndole por las astas. Gilgamesh salió en su ayuda y, tras un rato forcejeando con el reluciente animal, lograron vencerle; le arrancaron el corazón y se lo ofrecieron al dios del sol Shamash. Ishtar aún más furiosa, trepó por las murallas de Uruk gritando e insultando al rey. Enkidu, riendo, le arrancó una pata al toro y se la lanzó al rostro de la divinidad.

Tiempo después, Enkidu tuvo otros sueños premonitorios en los que los dioses se ofendían, dictando la muerte a uno de los dos héroes, siendo el elegido Enkidu. Éste, cayó enfermo, narrándole a su amigo las horribles pesadillas que había experimentado las noches anteriores. Tras doce días de agonía, Enkidu muere y Gilgamesh comienza una severa depresión y crisis personal sobre la ausencia de su contraparte mortal. Una vez finalizado su funeral, Gilgamesh abandonó Uruk y se adentró en el monte, con el pelo despeinado, harapos sin color y con una piel de león. Vagó y vagó hasta encontrarse con una pareja de humanos-escorpiones, guardianes del túnel que une la luz del sol con la bóveda nocturna. Un túnel que conduce hasta lo más profundo de la tierra. Gilgamesh tenía la intención de llegar a lo más profundo, pero se quedaría atrapado si la luz se ponía en 12 horas. Corrió logró salir en la duodécima hora, encontrándose con un jardín de dioses (una clara referencia al paraíso o al jardín de las delicias bíblico). Árboles de los que crecían rubíes, flores de lapislázuli y otras joyas. Se encontró en este jardín con la tabernera Shiduri, quien le dijo que no iba a encontrar la inmortalidad que tanto anhelaba tras la depresión por la muerte de su fiel amigo. La tabernera le recomienda que aproveche su mortalidad, que aproveche sus bienes materiales lo mejor que pueda y asuma la muerte como algo irremediable. Sin embargo, Gilgamesh conocía la historia de un hombre que logró obtener la inmortalidad, Utnapishtim. Para llegar hasta él se debía cruzar un océano (Aguas de la Muerte) con la ayuda de su servidor, Urshanabi (el barquero). Podemos contemplar el mito del barquero que cruza por las aguas del inframundo, considerablemente similar al mito griego de Caronte, que conduce las almas por el río Aqueronte. Cuando el barquero aceptó llevarle ante el sabio anciano, Gilgamesh tuvo que seguir sorteando obstáculos (cruzar bosques y saltar con varias pértigas ríos del Tártaro).

Entre Gilgamesh y Utnapishtim podemos leer una interesante conversación sobre el significado de la vida mortal, el existencialismo y la no aceptación de la muerte. “Entre el que duerme y el muerto hay similitudes, pero uno despierta y el otro jamás regresa; son los dioses quienes se reúnen para decidir el destino que tendrán los mortales; lo fijan, pero nunca lo revelan”. Preguntó pues Gilgamesh cómo obtuvo su longeva vida. Utnapishtim narró que antaño fue rey de Shuruppak (ciudad situada al norte de Ur). Junto a su casa, en unos juncos, escuchó la conjura y plan de cinco dioses, que enviarían un Diluvio por el cansancio que los humanos provocaban en las deidades. Entonces, el dios Ea le ordenó construir una gran barca, y que cuando cerrase la escotilla, Shamash anunciaría el gran evento, inundando el cielo con una gran nube negra dirigida por el dios de la tormenta, Adad. No podemos obviar lo idéntico que resulta este relato con el del Diluvio Universal bíblico, siendo Utnapishtim el Noé sumerio y la gran barca, el ciclópeo arca. Siete días duró el aguacero, arrasando y destruyendo todo a su paso. Una vez concluido el desastre, Ea busca respuestas en Enlil sobre el por qué de la destrucción de la humanidad, ya que se «debe castigar al pecador por sus pecados, al criminal por su crimen», y rogando clemencia por aquellos que han sigo penados por culpa de algunos. Aquí hace una especie de repaso sobre la ley sumeria o ley que en el futuro se convertiría en el fundamento principal del código de Hammurabi (1792-1750 a. C). Es más, muy seguramente este fragmento del texto haya sido escrito durante el periodo paleobabilonio, coetáneo al código y, de manera deliberada, plasmado en la literatura. Enlil, tras el debate con Ea, subió al barco, hizo arrodillarse a Utnapishtim y a su esposa, tocó sus frentes y les bendijo, siendo ahora seres inmortales que vivirían con los dioses.
Gilgamesh quedó asombrado y el viejo anciano, conociendo la arrogancia de los hombres, le propuso una prueba: mantenerse despierto durante siete días, pues venciendo al sueño se vencerá a la muerte. Nótese que, a lo largo del texto el número siete se repite en no pocas ocasiones (siete días, cerrojos, vasos, murallas, siete mil kilómetros, puertas, noches…). El número 7 representa la sabiduría y la perfección en el ámbito cristiano, apareciendo en el Génesis en numerosas ocasiones (por ejemplo, “al séptimo, Dios descansó”).

Cuando Gilgamesh estaba a punto de dormirse al último día, el sabio le tocó el hombro para evitar que cayera en sueño. No había superado la prueba. De regreso al océano, la mujer insistió a su marido en ofrecerle algo, ya que aquel rey de Uruk había llegado muy lejos. Existía una planta en el fondo de las aguas que daba el secreto de la juventud, por lo que Gilgamesh se dispuso a obtenerla. Cuando lo logró, pretendía llevarla hasta la ciudad y ponerla a prueba en un anciano. Si era efectiva, se la tomaría él. El barquero y el rey, de camino a la ciudad, pararon en una charca a bañarse y descansar. Pero, una serpiente olió la planta y la devoró. Llorando, Gilgamesh se lamentó al barquero.
Al final, tanto esfuerzo por obtener su tan ansiado deseo, fue en vano, pues no obtuvo la inmortalidad.

Reflexiones y debate

El final de la epopeya se interpreta como una lección para los mortales que anhelan deseos imposibles, castigando la codicia y la obsesiva posesión, ya sea de elementos materiales/terrenales o, simplemente de la vida eterna. La epopeya de Gilgamesh no actúa solo como un relato literario, sino también como una moraleja de vida, un debate filosófico sobre qué es la vida, cómo hay que vivirla. Aparte, de manera muy tenue, podemos contemplar breves fragmentos de las leyes sumerias y babilonias, posiblemente los edictos del rey Shulgi (2111-2003 a. C) o el famoso código de Hammurabi.

Basta decir que, tanto en el Poema de Gilgamesh como por ejemplo, en el Enūma Elish, los mitos fundacionales son esenciales y la base sustancial. Para dar cohesión a una idea, persona o elemento, se tiende a distorsionar esa imagen para dar sentido a un discurso totalmente ficticio o, en defecto, semificticio. No sabemos realmente si Gilgamesh existió en la realidad. Sí, aparece en las listas reales sumerias, pero no podemos olvidar todo el relato divino que rodea al rey . Otorgar cierto componente divino a la realeza es algo muy propio de la cultura sumeria. Distorsionar la imagen de un personaje histórico sirve para dar coherencia a un discurso que más tarde será usado con una intencionalidad concreta. Los mitos fundacionales o el aura divina de alguien han estado presente a lo largo de toda la historia. Por ejemplo, el rey Sargón de Akkad (2335-2279 a. C) posee mucho de ese componente mítico y de valeroso héroe, hasta tal punto que su reinado fue la inspiración de otros (siendo considerado como el ideal de gobernante). Gilgamesh fue la inspiración de todos ellos y no el único. Tanto la epopeya como el mito de la creación babilonia han inspirado relatos fundacionales y cuentos de manera indiscutible cientos o miles de años después: Observamos componentes mesopotámicos en la mitología griega, en menor componente en la romana. Ciertos pasajes del Génesis cristiano e incluso algunas aleyas islámicas poseen leves resquicios sumerios.

Si adquirimos la versión de la epopeya redactada por S. Mitchell, encontraremos al final una serie de notas sumamente interesantes que explican el trasfondo de ciertas líneas de las aventuras del héroe de Uruk. Nos quedamos con aquellas referencias bíblicas o mitológicas que serán importantes para el futuro, así como debates sobre el alma y la vida que fácilmente pueden escucharse en una actual misa, con el fin de crear reflexiones internas, sobre la fe y la humanidad. A lo largo del resumen de la epopeya, muchos de los conceptos y discursos recuerdan inmediatamente a mitología egipcia, griega o cristiana. Por ello, todo es sencillamente interpretable. El diluvio sumerio se menciona en varios fragmentos de tablillas, así como en otros himnos y poemas mesopotámicos posteriores. Es quizás la referencia más directa con la Biblia, de igual modo que el paralelismo entre Noé y Utnapishtim (Ziusudra en los textos sumerios). También podemos relacionar la creación de un segundo ser u, en este caso hombre,por la diosa de la creación y fertilidad, muy similar al nacimiento de un segundo Adán (Eva). Enkidu nace por una necesidad para con Gilgamesh. Sin embargo, esto habría que “cogerlo con pinzas” y ser cauto.

En resumen, quizás Gilgamesh haya sido y sea el texto que más ha influido en la historia humana, pues desde su supuesto reinado allá por el 2700 a. C hasta hoy en día, inspira valores, enseñanzas sobre la vida y relatos alternativos en las sociedades que leen sus aventuras. Han pasado 4700 años desde su existencia, y seguimos hablando de él con la misma fuerza y admiración. La importancia de este documento para el ser humano, es incuestionable.

BIBLIOGRAFÍA

-MITCHELL, Stephen (2019), Gilgamesh, Ed. Alianza, Madrid.

-JIMÉNEZ ZAMUDIO, Rafael (2020), Enūma Elish, el poema babilonio de la creación, Cátedra, Madrid.

-LIVERANI, Mario (2012), El antiguo Oriente, historia, sociedad y economía, Crítica, Barcelona.